La evolución espiritual del hombre según Saint-Martin
Si retomamos algunos elementos clave del pensamiento de Saint-Martin, encontramos un esbozo de lo que se asemeja al camino o a la evolución espiritual del hombre.
Esquemáticamente se compone de 4 fases, 4 etapas, 4 niveles, que marcan y delinean la progresión del hombre, desde su condición terrena caída hasta su reconquista de la unidad divina:
• El hombre del torrente: O el “hombre viejo”, es la condición inicial del hombre, después de la segunda caída (la prevaricación de Adán). Por torrente entendemos aquel flujo que es agitación pero no acción. Es la condición terrena en su dimensión reductiva y degradante.
Río de los siglos, pareces fluir en tus aguas turbulentas solo con error, mentira y miseria. En medio de estos torrentes fangosos apenas hay un hilo de agua pura; y eso es todo lo que queda para saciar la sed de las naciones.» (El Hombre del Deseo, §102)
• El Hombre del Deseo: Cuando lo interno perfora la coraza de lo externo, se crea, definitivamente, una permeabilidad entre el mundo de las altas aspiraciones (o espirituales) y el mundo de la vida cotidiana.
¿Qué les pide la mente a los hombres de deseo? Es que compitan con ella en su trabajo. (El Hombre de Deseo, §250)
• El Hombre Nuevo: En la obra del mismo nombre, San Martín nos explica que Dios busca hacer una alianza con el Hombre. Se trata del hombre “hecho” a su imagen, en su pureza original. El Hombre del Deseo debe pues realizar un trabajo de purificación constante. Para ayudarlo, el Reparador (Cristo) le ha trazado un camino a seguir.
Bienaventurados los que han purificado su corazón para que sirva de espejo a la divinidad, porque la divinidad misma será un espejo para ellos. El hombre nuevo no duda de que así llegará a ver a Dios interiormente… (El Hombre Nuevo, §36).
• El ministerio del hombre espíritu: Título de la última obra de Saint-Martin quien, posteriormente, puso su pluma y su energía al servicio de la traducción de obras de Jacob Boehme. Encontramos claramente la fuerte influencia del teósofo alemán, a quien considera su "segundo maestro". El énfasis está en la responsabilidad del «hombre reconciliado», el Hombre Nuevo, que ahora debe trabajar por el progreso de toda la creación. Al cumplir esta misión divina, el hombre espiritual (convirtiéndose en el equivalente del Adán original, de Cristo) cumple los deberes de su ministerio.
«En efecto, Dios, habiendo destinado al hombre a ser el mejorador de la naturaleza, no le había dado este destino sin darle la orden para llevarlo a cabo; no le había ordenado hacerlo sin darle los medios; no le había dado los medios sin darle una ordenación; no le había dado una ordenación sin darle una consagración; no le había dado una consagración sin prometerle una glorificación; y le había prometido glorificación solo porque debía servir como órgano y propagador de la admiración divina, ocupando el lugar del enemigo cuyo trono había sido derrocado y desarrollando los misterios de la sabiduría eterna.» (Ministerio del Hombre Espiritual)